Antes de que se pusiera la carpa en el patio de las escuelas, antes de que existiera el centro socio-cultural en el antiguo parque y mucho antes de que estuviera construida la actual sala polivalente de la Calle Carlos Ruiz, las representaciones teatrales, las exposiciones y gran parte de los actos sociales que se celebraban en Villar, tenían lugar en el Centro Cultural Parroquial.
Allí llegó a comienzos de los 80 por primera vez a Villar, al Tele Club de la primera planta, la trilogía de la Guerra de las Galaxias, entre otras muchas películas; en sus aulas recibimos la catequesis decenas de Villareños; fué durante muchos años la sede de los ensayos de la desaparecida Rondalla de Villar; su salón-teatro acogió diversas actuaciones teatrales y exposiciones, e incluso todavía quedan en algún armario villareño chaquetas de napa salidas del pequeño taller de costura, ese que quedaba justo encima de la sacristía de la iglesia.
Durante prácticamente 2 décadas este edificio, anexo a la Parroquia de Nuestra Señora de la Antigua, se convirtió en el verdadero centro social de Villar. Fueron muchísimas horas las que pasamos muchos en él realizando diversas actividades: ensayos con la Rondalla, Catequesis, ensayos de teatro… y tras la comunión, innumerables horas jugando al futbolín que había en el salón principal, mientras esperábamos a que álguien viniera a darnos la catequesis para la Confirmación, que nunca llegó. Años mas tarde, ya sin el uso diario de sus años de explendor, el edificio ha servido como cobijo para los participantes en los campos de trabajo internacionales, celebrados a finales de los noventa para la adecuación de la Senda del Tren de los 40 días, y para acoger a los peregrinos que participaron en las Jornadas Mundiales de la Juventud de año 2011.
Esos años de explendor acogieron también múltiples celebraciones, entre ellas el Carnaval que nos ocupa, el del año 1990. Por aquel entonces, una de las personas más activas en cuanto a preparación y organización de eventos era Mariano. No gastaba pereza para organizar cabalgatas, concursos de Belenes o fiestas como esta de Carnaval, saraos que han quedado retratados muchos de ellos en la cámara de su hermana Nieves. Hoy en día de cualquier fiesta, por pequeña que sea, se pueden contar por decena o incluso cientos los vídeos o fotrografias que realizamos gracias, sobre todo, a nuestros teléfonos hiper-inteligentes, pero no hace tanto tiempo (o si) eran muy pocas las videocámaras e incluso las cámaras de fotos, llimitadas por sus carretes de 12, 24 o 36 fotos, las que se podían ver en celebraciones de este tipo.
Gracias a Nieves hoy podemos rescatar aquellos recuerdos con telarañas en nuestra memoria, cosas de las que muchos ni nos acordábamos. Ya no hablo del disfraz de los demás, si no el de uno propio (y no es por ir de pirata borracho, solo era parte de la interpretación). Personalmente no recuerdo ni la fiesta en sí, pese a contar con 10 años. El disfraz por supuesto que lo recuerdo, tuvo varios usos (y la puñertera barba de esparto que picaba como un demonio), que por entonces no había un «chino» a la vuelta de la esquina para cambiar de disfraz cada 2 por 3. Quien tenía suerte de al menos tener un disfraz, tenía que rentabilizarlo hasta que dejara de valerte la talla y lo heredase tu hermano, tu primo o tu vecino.