
La Cochura del Hornazo
El lunes, martes y miércoles en Semana Santa, los hornos de Villar trabajaban al máximo para que ningún Villareño se quedara sin hornazo o pan durante los días de fiesta: eran los días de Cochura.
Ya en 1902, en la calle Pililla, que luego tomó el nombre de calle del Horno y actualmente se conoce como calle de Carlos Ruíz, existía un comercio y horno que la dio nombre. En 1902, 1904 y 1911 aparece como propietario del horno Casto Martínez. Posteriormente, este horno pasará a ser propiedad de su hijo Valentín Martínez. Al fondo se encontraba el horno y en un corral pegado se apilaba la leña.
Las generaciones más jóvenes lo acabarían conociendo como Bar del Tío Valentín. Pero volviendo a lo que nos ocupa, el lunes, martes y miércoles santo eran los días de cochura. Por eso, ese Lunes de Cochura, las mujeres preparaban la masa en sus casas, preparaban los huevos, el azúcar de la azucarera de La Poveda, y los anisillos y por vez se dirigían al Horno del Tío Valentín. Allí acababan de preparar la masa, las cordillas de los hornazos para pasar a cocer cada vecina sus propios hornazos.

Posteriormente, esta actividad se trasladaría al Horno de la Tía Lucila, madre de Jaime Toledo y que tenía el horno en la calle Madrid. Allí ya tenían contratado un panadero que, además de hacer el pan, en estas fechas, horneaba los hornazos. A tal efecto se establecía un orden para que no coincidiera todo el mundo el mismo día.
De esta manera María Moreno tomaba nota de la cantidad de hornazos que quería cada vecino y establecía el día que debía acudir a por ellos.
Yo, en mi infancia, recuerdo estar sentado en los escalones del horno del Tío Jaime, mientras mi tía recogía los hornazos calientes en la cesta.
Gracias a los datos proporcionados por Evelia Maeso Martínez
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